En el ámbito técnico-coordinativo se producen adaptaciones a nivel del sistema nervioso central y cognoscitivo (cerebro, fibras nerviosas, médula espinal). Ambos ámbitos se complementan con adaptaciones psíquicas. (Groser, 1991)
Para los fisiólogos del esfuerzo como Astrand, el entrenamiento deportivo implica exponer al organismo a una carga o tensión de trabajo de intensidad, duración y frecuencia suficiente para producir un efecto de entrenamiento comparable y medible, es decir, un mejoramiento de las funciones para las cuales se está entrenando. Con el objetivo de lograr ese efecto de entrenamiento, es necesario exponer al organismo a una sobrecarga o tensión mayor a la que se encuentra regularmente durante su vida cotidiana. En términos generales, es evidente que estar sometido a la tensión del entrenamiento se asocia con algunos procesos catabólicos, como la división molecular del combustible almacenado y otros componentes celulares, seguidos por una reacción en exceso o anabólica, que origina un aumento en la deposición de las moléculas que se movilizaron o se degradaron durante la etapa en que el individuo estuvo expuesto a la carga de entrenamiento. (Astrand, 1986)
El entrenamiento produce una movilización de energía y de los materiales de reserva. La posibilidad del aumento de las reservas y con ello simultáneamente la adaptación morfológica, funcional y biológica, se han unido en dos leyes fundamentales, las cuales han sido resumidas por Roux von Nocker (Pérez en Miethe, 1981).
La administración endovenosa de terapias que incluyan altas dosis de Vitamina C + componentes del Complejo B + minerales como el Magnesio + Aminoácidos, son fundamentales para energizar al deportista, actuando principalmente en hígado y el músculo, que son las fuentes donde se acumula toda la energía que se necesita para el buen rendimiento deportivo.
Curación de los tejidos normales.